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Pequeñas historias

 

Que nos sorprenden y que nos dejan con ganas de saber más.

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Una fiesta tan vieja como la propia muerte

-Relatos de vampiros-

¿A quién le gusta estar solo?

Hacía aproximadamente ocho meses que me había trasladado a la ciudad de Nueva York por motivos laborales, más concretamente a Greenwich Village -en el distrito de Manhattan- y aún no me había adaptado a su agitado ritmo de vida; dicho de otro modo: todavía no conocía a nadie que me invitara a sus fiestas. Y es que ser la nueva coordinadora de la sección publicitaria del The New York Times, no era la mejor manera de establecer una relación de carácter personal, y ello propiciaba que echara de menos a los amigos que había dejado atrás; y es que, vivir en la Gran Manzana no era lo mismo que vivir en un pequeño pueblo de la costa catalana.

Aquella misma tarde había recibido un correo electrónico en el que una tradicional bruja, rodeada de siniestros murciélagos, reía de manera estridente, mientras aparecían una letras formando la frase: "Feliz Halloween". Lo enviaba mi amiga Agnés junto con un mensaje en el que me explicaba que le habían entregado las llaves de su nueva casa y, para celebrarlo, había invitado a todas nuestras amistades a una gran barbacoa. ¿Una barbacoa en pleno mes de octubre, con el frio que hacía? Una vez más me daba cuenta de la gran distancia que nos separaba.

La Reina de África

-Barcelona Gótica-

Aquella mañana, me levanté temprano y me dirigí hacia la cafetería del hotel, tal y como llevaba haciendo durante las dos últimas semanas desde que trasladara mi residencia al Hotel Gótico de Barcelona, un edificio histórico, construido en año 1823, en el barrio más céntrico y turístico de la ciudad.

-Buenos días, señorita Palma -saludó el camarero que había tras la barra mostrándome su habitual sonrisa-. ¿Tomará café como siempre?

-Sí, por favor -le respondí mientras tomaba asiento y me hacía con un ejemplar de El Periódico de Catalunya.

Hice girar las hojas del diario hasta que, ante mí, apareció la sección de cultura. Mis ojos recorrieron la página con avidez hasta que hallaron la noticia esperada. Una amplia sonrisa iluminó mi rostro al leer el titular: "Gran exposición de las joyas de la Corona británica en el Museo de Historia de Barcelona".

-¿Buenas noticias? -preguntó el camarero mientras dejaba, ante mí, una humeante taza de café.

-Muy buenas, Isaak -le respondí-. Gracias.

Y no podían ser mejores. Por primera vez en la historia, llegaban a Barcelona las famosas joyas de la Corona inglesa, aunque a mí, sólo me interesaba una en especial: el diamante Cullinan I -conocido también como la Estrella de África -el fragmento más grande de la piedra original hallada en Pretoria en el año 1905 y que ahora ocupaba su lugar de honor en el Cetro de la Cruz.

La hora de la Bella

-La hora de la Bella y otras historias para leer en Navidad-

Tarragona. Platja del Miracle.

Eran las ocho en punto de la mañana y el sol brillaba como el demonio.

Manuel Quintanilla se quitó el casco y secó el sudor de su frente. Aquel clima iba a matarlo. ¿Cómo demonios se suponía que iban a celebrar la Navidad con ese calor insoportable? Si no le hubiera hecho caso a su mujer que se había emperrado en que aceptara aquel pueso de jefe de obra en Tarragona ahora estaría disfrutando del aire frio de su pueblo... y de una tapita de buenos choricillos con su tinto riojano en lugar del tintorro que había tomado en el bar de la esquina y que a buen seguro le produciría algún tipo de úlcera en el estómago.

¡Y con lo bien que le caían a él los catalanes...!

Y para colmo, su jefe... ¿cómo se llamaba? Era como un nombre de fruta... "¡Pera!" ¡Eso es! "Pera Balsells". ¿Por qué los catalanes no bautizarían a sus hijos con nombres tan normales como Federico o Cipriano? No, ellos tenían que ser diferentes. Allí sus nombres eran extravagantes como "Pera" o "Bisens"... ¡mira que eran raros estos catalanes!

Entre la vida y la muerte

-En un segundo-

Tic, tac, tic, tac...

El tiempo avanza inexorable para los seres humanos y sólo cuando creen que éste llega a su fin se permiten rememorar el pasado y examinar su conciencia, valorando si su existencia ha sido la apropiada, como si aún tuvieran la oportunidad de enmendar lass faltas cometidas.

El sonido de la maquinaria del pequeño reloj llegaba a mis oidos de manera clara y precisa, recordándome que mi tiempo había acabado. Por voluntad propia y no porque lo marcaran los hados, mi vida había tomado un desvío inesperado y terrible, y como única responsable de tal error, era responsabilidad mia enmendarlo...

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El hechizo

-Ilusionaria IV-

Cuenta una leyenda que, hace mucho tiempo, en un reino muy lejano, vivía una hermosa princesa. La niña crecía rodeada de todo cuanto quería, y sus deseos eran siempre cumplidos sin tardanza.

Pero no era feliz. Se sentía prisionera en su propio hogar, quería traspasar los muros de aquel castillo que la mantenían aislada del mundo, como si fuera un débil pajarillo encerrado en una hermosa jaula de cristal, y eso la consumía hasta el punto en que cada día que pasaba se hallaba más inmersa en un estado de apatía y tristeza del que nadie podía hacerla salir. Ni siquiera los costosos regalos con los que su padre la obsequiaba intentando hacerla sonreir.

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